Last edited on 11/03/2013 at 09:48 PM (UTC3 Nineveh, Assyria) He aquí un texto escrito por FERRAN BARBER en septiembre de 2006 y publicado en 2006 por BARRABÉS EDITORIAL, dentro del libro EN BUSCA DE LOS ÚLTIMOS CRISTIANOS DE IRAK E IRÁN*. El trabajo está sujeto a las leyes de la propiedad intelectual, pero podéis conseguir una copia del libro por 15 euros, solicitandóselo al propio autor. Esta es su dirección de correo electrónico: ferranlikesyou@gmail.com ----------------------------------------------------------------------- Asiria existe. Se asemeja más a una patria virtual que a una entidad política, pero está hecha de lo mismo que cualquier nación del orbe: puestos a simplificar, de los vínculos reales, los sueños y las aspiraciones de un puñado de hombres y mujeres que, en este caso específico, dicen ser los descendientes de asirios y caldeo-babilonios. Que nadie, sin embargo, trate de dar con un país o una región así llamada en un mapa contemporáneo de Oriente Medio. Asiria existe, yo no albergo dudas sobre ello, pero ni un solo estado del planeta ha tenido a bien hasta la fecha el admitirlo. Oficialmente, la historia antigua de Mesopotamia se da por concluida con la entrada en Babilonia del rey persa Ciro II el Grande, setenta y tres años años después de que Nínive doblara el espinazo. Y con ella, el imperio neo-asirio. Oficialmente, tanto aquel pueblo de guerreros como los habitantes de los reinos que les disputaron el poder durante siglos en la Tierra entre los ríos desaparecieron mucho antes de la irrupción del cristianismo. Oficialmente, los modernos asirios ni siquiera existen. Y, aun a pesar de todo, yo insisto nuevamente en que Asiria es real. Es real, al margen de que no puede concretarse en un espacio físico. Lo es, también, al margen de que los miembros de esa nación, alrededor de tres millones de personas, se repartan hoy por medio mundo y lo es, por último, incluso independientemente de que más de la mitad de los caldeo-asirios no se reconozcan como tales. Yo estuve allí en muchas ocasiones. Yo recorrí sus tierras de confín a confín. Yo charlé con sus milicianos y sus curas; con sus campesinos, sus mujeres y sus comerciantes. Yo presencié sus bailes y escuché sus canciones. Yo visité las ruinas de sus viejas ciudades y leí sus periódicos. ¿Y puede acaso viajarse a un lugar que no existe? Es cierto que la totalidad del espacio que ocuparon sus gentes es hoy conocido bajo designaciones tales como la Yazira siria, Irak, Kurdistán, Irán, sureste de Anatolia o Azerbaiyán occidental, pero eso no invalida la existencia de una minoría, esparcida aquí y allá, con derechos lingüísticos, religiosos, administrativos, políticos y... territoriales a la que llamaré, siguiendo su deseo, nación caldeo-asiria. DIGAMOS QUE ÉSTA es como Dios. Si en el peor de los casos no existiera, tendríamos que inventarla jurándonos mil veces que, en efecto, es necesaria. «¿Por qué?», os preguntaréis. Porque más allá del fanatismo milenarista de algunos movimientos nacionalistas, Asiria, Mesopotamia, el Creciente Fértil, Beth Nahrain o como queramos denominarla sigue siendo absolutamente precisa para garantizar la seguridad de tres millones de seres humanos ignorados en Occidente y despreciados o ninguneados por sus vecinos kurdos, árabes, turcos y persas. Esta patria hoy virtual podría concretarse en algo más tangible que los sueños y deseos de un pueblo en vías de extinción. Me refiero, por ejemplo, a algo del estilo de un territorio autónomo. Claro que para lograr tal objetivo sería necesario, por ejemplo, que el gobierno de Bagdad diera su brazo a torcer y se aviniera a ceder un pedazo de Irak. Y honestamente, eso parece muy improbable ya no en las actuales circunstancias políticas, sino incluso a medio plazo. Quizá coincidáis conmigo en que los miembros de esta especie nuestra tenemos ciertas dificultades para tolerar al diferente y, mucho más aún, para ceder a las peticiones de un adversario inerme, aunque cargado, en este caso, si no de futuro, sí al menos de razones. De ahí la importancia de repetir que Asiria existe realmente con la mayor frecuencia de la que uno sea capaz. Yo lo hago todas las mañanas del mismo modo que otros se duchan o desayunan. Es una simple cuestión de voluntad y, en cierto modo, de fe y de bonhomía. Si a pesar de lo dicho alguien no lo tiene claro, puede ayudarse recordando que varios miles de personas, descendientes directos de los aborígenes de Mesopotamia, comparten una historia, unas tradiciones, una religión –la cristiana– y una lengua –el arameo–, cuya supervivencia depende en buena medida de que consigan un espacio político y territorial donde tomar sus propias decisiones. Crearlo y conservarlo es casi ecologismo. AQUÍ podéis comprar el libro EN BUSCA DE LOS ÚLTIMOS CRISTIANOS DE IRAK e IRÁN, y averiguar muchas más cosas sobre este pueblo desconocido. COPYRIGHT FERRAN BARBER, septiembre de 2005. FERRAN BARBER (+46) 0703184143 - Umeå (Sweden) ferranlikesyou@gmail.com
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